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Muchos vivos merecerían la muerte y algunos que mueren merecen la vida. No seas ligero a la hora de adolcar muerte o juicio, ni los sabios pueden discernir eses extremos. 312

domingo, 11 de abril de 2010

Mi dolor más impuesto, con el que me acuesto.

Porque la naturaleza es bella, desde el más joven árbol hasta el bosque más frondoso, desde el más minúsculo grano de arena hasta la playa más extensa, desde la inmensidad de los océanos hasta la más dinimuta gota de agua, gotas que apagan hasta el fuego más devastador. Para encontrar el mejor lado de la locura, para ignorar toda ley y forma de gobierno que tantas cadenas portan, para olvidar mi otro yo por un momento, aunque solo sea un silencio en el continuo tormento en el que me encuentro, para detener la incesable tormenta que tantos placeres me priva, para encontrar la luz que siempre hay en las más oscuras pesadillas que me encierran y me conducen al destino que mi mente siempre dicta, para dejar atrás los tormentos más pesados, ligerando la carga que día tras día se hace más y más pesada. Fumar, inhalar el humo, permitir que entre por mi traquea y sentirlo en mis pulmones, saborear ese preciado sabor, expirar y dejar que el humo se lleve todos los males que hay en lo más profundo de mi mente, rodeado de fuertes muros y solo con una única salida; El camino hacia esa salida sé que puede hallarse con densas caladas y dejar que todo mal sea expulsado, si lo sé, ¿Por qué no me dejas en paz? ¿Por qué criticas sin conocer? ¿Por qué lo ves tan intolerable como para prohibirlo si es la salvación de muchos? Legalízala, aunque contamine mi cuerpo, sede mi mente y no elimine todo dolor, cura mi alma y no hay males más insostenibles e indomables como lo son las guerras, la pobreza, el racismo, la violencia, la avaricia por el poder... Resumiendo, la injusticia en el mundo. Son peores las ya incontables pesadillas que merma la luz de mi vida, de las que no consigo librarme. Pesadillas en las que mueren miles de inocentes a manos de la injusticia. Pesadillas en las que se libran grandes guerras que no traen nada más que tristeza, muerte y substituye los campos verdes por la pobre tierra sin vida. Pesadillas en las que miles de árboles son talados dejando un llano y extenso cementerio donde antes reinaba la naturaleza y ahora reina el hombre y sus grandes fábricas. Pesadillas donde los gobernadores de la raza humana deciden extinguir toda forma de vida que se oponga a su dictadura, que se niegue a dedicar su vida a la exclavitud, que se niegue a despedirse de la naturaleza y saludar a la servidumbre, que se acuerde de la libertad con la que contábamos desde los inicios de nuestra existencia. Pesadillas donde ya nada de lo que está a mi alrededor es natural, ni siquiera la amistad, el amor, la familia, donde el mal cubre al bien. Sin olvidar esa pesadilla, la que indaga en la llaga que tan profunda has hecho con el acto que tu mente tanto deseaba, con ese pensamiento que ahora gobierna en mi interior.
Ya son muchas las depresiones que me poseen, que me controlan, que toman el control en momentos de desesperación y sufrimiento, que me consumen lentamente, con el fin de extingir toda esperanza y hacerme ceder ante la frenopatía y la inestabilidad emocional. ¿Qué sabrás tú de depresiones? ¿Qué sabrás lo que es el verdadero dolor? ¿Qué sabrás tú lo que es sufrir? Ni te imaginas lo que es estar a punto de escoger la muerte, estar injustamente condenado a pensamientos suicidas, escoger la opción de olvidar el pasado instantaneamente, destruir el presente y no permitir que se presente el futuro, detener el tiempo sin después poder remediarlo, dejar el cuerpo vacío dispuesto a pudrirse hasta la total extinción y formar parte de la tierra aún fértil, conducir el alma a su fin permitiéndole cabalgar libremente por el interminable camino del olvido; Antes de que esto suceda es cuando, en milésimas de segundo, puedes ver las últimas imágenes que tu mente albergará en su interior, imágenes que no son más que los momentos más preciados que permanecían hasta ese momento en el recuerdo y las personas más admiradas y queridas, personas que crearon fuertes lazos contigo y crean las únicas cadenas que no condenan, las únicas cadenas que portan la total plenitud de la libertad, las cadenas que te sujetan constantemente a la vida y a la ilusión de no perderla.

Gracias a esas personas, sigo aquí.

domingo, 4 de abril de 2010

No me importa recordar lo que hace daño, sigo esperando, no sé porque os parece tan extraño

La misma situación, la misma sensación. No sabía ni que hacer para pensar en otra cosa. Desesperación, inseguridad...Estaba realmente aterrorizado. Él estaba tumbado en su sofá dejando pasar las horas. Poco a poco se acercaba la misma hora que hace un par de meses se convirtió en el motor de su ya iniciado tormento. Más que remordimientos y palabras rescatadas de su subconsciente, lo que sentía en ese instante era miedo. Si, miedo, miedo a que se vuelva a repetir ese día. Quizás gracias a su ausencia esto no pueda pasar, pero esta vez no era ella la que podría dramatizar esa tarde, no, esta vez no. ¿Y si volviese a pasar? ¿Cómo se sentiría? ¿Podría aumentar la profundidad de el pozo donde él se esconde? Quizás ocasionaría extinción total de cordura, quizás moriría de dolor, o amor, quien sabe lo que ocurriría, quien sabe lo que él podría llegar a hacer ese joven lleno de ira y dolor, el mismo que esconde toda depresión para simular ser una persona normal, para crear una falsa estabilidad. Pensó y pensó, lo cual empeoró la situación. La tensión aumenta, la consciencia desaparece y es en ese instante cuando el dolor y la locura vence y ansían llegar a su fin, cuando desean desgarrar su piel, destrozar sus muñecas, castigar su cuerpo. Pero a medida que las horas pasaban, él se daba cuenta de que eso no iba a ocurrir, que no se iba a ir, que son ya muchas las palabras que guarda para que ella las sienta de la misma forma que él, que a ella sí que la volvería a ver. En un arrebato de optimismo, alcanzó un bolígrafo, un papel con algún que otro garabato y anotó en un espacio en blanco la fórmula que usaba para sentirse mejor, para dejar atrás toda carga, para seguir adelante. Pocos meses después, el joven apareció tumbado en la cama, con sangre que fluía a través de sus muñecas llegando hasta el suelo. Los primeros que hallaron el cuerpo fueron, como era de esperar, los que convivían con él. Lo peor, sin duda, eran los gritos. Esos forzados gritos de desesperación, gritos de dolor incontrolable, gritos de rabia, gritos que esperaban una improbable respuesta porque él ya no estaba, ahora es cuando más se parece a ella, a él ya no le preocupaba nada, no más risas, no más llantos, no más alegría, no más dolor, no más tormento, no más vida, solo queda su recuerdo, el cual atormenta a las personas que antes lo rodeaban, incluso a ella. Sobre su pecho, había un papel manchado de sangre, pero aún se podía ver en él restos de tinta, probablemente la misma tinta con la que él escribiera hace meses su motivo para conservar su vida. Lo más sorprendente es lo que el joven siente cuando abre los ojos y despierta de su pesadilla. ¿Remordimientos por seguir vivo? No, alivio, también sorpresa ante esta sensación pero sobre todo alivio, alivio por seguir vivo y saber que ella también lo está, alivio al saber que ella sí podrá estar entre sus brazos una vez más, si, alivio, porque sus labios volverán a estar junto a los suyos, porque ella sí que volverá a sonreir, si, ella si, y él también.